Uno de los emblemas y símbolo vivo de la Guerra del Perú con el Ecuador de 1941, Silvestre Chulluncuy Evangelista, marchó a la eternidad el miércoles 14 de octubre a horas once de la noche. Desde algunos años venía sufriendo de un cáncer prostático, diagnosticado por los médicos del Hospital Militar- Lima, pero por negligencia de acatar prescripciones médicas dejó su tratamiento y viajó a su pueblo, para estar al lado de su familia abandonando el proceso de recuperación, hasta que la enfermedad fue minando su organismo y al verse muy mal, solicitó la ayuda de su sobrino Máximo Víctor Reynoso Chullluncuy, quien tuvo que trasladarlo a Lima e internarlo de emergencia en el Centro Médico, pero ya era demasiado tarde y el mal había profundizado su cuerpo. Nació el 1er de enero de 1919 en el distrito de Madeán, provincia de Yauyos. Y deja de existir a los 90 años de edad. Había fijado su residencia en el anexo de Tayamarca, distante a dos horas de camino en acémila de la ciudad. Allí cultivaba sus pequeñas parcelas de terreno, porque los magros subsidios que le daba el Estado no alcanzaban para cubrir sus necesidades más elementales de la vida. Decía que el Estado le adeudaba más de 50,000.00 de nuevos soles. El gobierno espera que nuestros héroes se mueran para nunca más pagarle la deuda que tiene con los sobrevivientes de la Guerra de 1941 Contrajo 2da nupcias con doña Cristina Chávez Huari, también campesina del lugar con más de 80 años de edad, que sufre los dolores propios de la edad. No tuvo descendientes, por esta razón vivían solos en el lugar, al cuidado de unas cuantas vacas que se servía de su leche y queso, luego dedicándose a la agricultura igual que los demás comuneros.
En su pueblo natal no recibió ninguna clase de homenaje de parte de las autoridades, maestros, alumno y el pueblo. Ellos tenían conocimiento que en su pueblo vivía un sobreviviente de la guerra, había derramado su sangre por defender la Patria de la invasión ecuatoriana, pero nunca tuvieron la gentileza de invitarlos al Colegio para que narre, cómo es una guerra y se mueren nuestros soldados olvidados por el gobierno. Los héroes son olvidados por culpa de los maestros, que están en la obligación moral de enseñarles a las futuras generaciones, los titanes no nacen de la noche a la mañana, si no se forman. Son hombres inmortales que llegan a la gloria por sus méritos.
Sus padres fueron campesinos, labraron la tierra desde el amanecer hasta la puesta del sol, para producir sólo para alimentarse. Este hombre de hierro que tuvo varios hijos, padre de nuestro héroe fue don Toribio Chulluncuy Lume y doña Casimira Evangelista Huari. El joven Silvestre aprendió las primeras letras en la Escuelita Particular de su pueblo en formación, que regentaba por entonces el maestro Eustaquio Madueño Huari; posteriormente se trasladó al distrito de Víñac, estudiando en el Centro Escolar 470, bajo la dirección del Pedagogo Germán Caro Ríos, reconocido como el icono y paradigma del Magisterio Nacional, luchador incansable y fundador del SUTEP.
En su pueblo natal no recibió ninguna clase de homenaje de parte de las autoridades, maestros, alumno y el pueblo. Ellos tenían conocimiento que en su pueblo vivía un sobreviviente de la guerra, había derramado su sangre por defender la Patria de la invasión ecuatoriana, pero nunca tuvieron la gentileza de invitarlos al Colegio para que narre, cómo es una guerra y se mueren nuestros soldados olvidados por el gobierno. Los héroes son olvidados por culpa de los maestros, que están en la obligación moral de enseñarles a las futuras generaciones, los titanes no nacen de la noche a la mañana, si no se forman. Son hombres inmortales que llegan a la gloria por sus méritos.
Sus padres fueron campesinos, labraron la tierra desde el amanecer hasta la puesta del sol, para producir sólo para alimentarse. Este hombre de hierro que tuvo varios hijos, padre de nuestro héroe fue don Toribio Chulluncuy Lume y doña Casimira Evangelista Huari. El joven Silvestre aprendió las primeras letras en la Escuelita Particular de su pueblo en formación, que regentaba por entonces el maestro Eustaquio Madueño Huari; posteriormente se trasladó al distrito de Víñac, estudiando en el Centro Escolar 470, bajo la dirección del Pedagogo Germán Caro Ríos, reconocido como el icono y paradigma del Magisterio Nacional, luchador incansable y fundador del SUTEP.