sábado, 26 de marzo de 2011

EL LEGENDARIO QUINCHINO DE ORO “SARASARA”, YA CANTA Y BAILA EN EL CIELO

Por: Manuel Madueño Ramos
Uno de los más grandes íconos de la canción yauyina, Moisés Mendoza Martínez, “Sarasara” el 14 de marzo del presente año, dejó de existir en su domicilio del distrito de San Martín de Porres. Un grande de la Época de Oro del folclor peruano desaparece físicamente de nuestros lado, para elevarse a la eternidad cantar y bailar al lado del Señor las inspiraciones salidas del fondo de su corazón que le dieron fama y prestigio, en cuantos lugares y coliseos se presentara, dictando cátedra y conocimiento del folclor yauyino.

Sus últimos días nuestro ídolo “Sarasara”, siguió con el ritmo de su vida, sin pedir favores, sólo con sus sufrimientos a cuestas hablando con sus recuerdos, de sus maravillosos días llenas de alegría. Jamás pensó que un día iba no muy lejano iba dejar sus huesos en tierras extrañas. Ahora que se alejó de este mundo, sus familiares y parientes visitarán el Campo Santo “Jardines del Bueno Retiro” de Puente Piedra, dejar al pie de su tumba un ramo de flores y elevar unas oraciones por el eterno descanso de su alma. Talvez dejen resbalar un par de lágrimas, recordando al padre ejemplar y trabajador.

MUY JOVEN EMIGRÓ A LA CAPITAL

Moisés Martínez, nació en el distrito de Quinches, provincia de Yauyos en 1929. Sus años de infancia transcurrió en los parajes solitarios de Yarunga, Ajalma y Chanchara. Estudió la Educación Primaria en el Centro Escolar Nº 436 de su ciudad natal, siendo su compañero de aula y aventuras diarias Alejandro Carranza Mandujano,”El caimán” que mas tarde fundara: Comparsa de negros “Los Carmelos de Quinches”. Moisés por unos años también integró este conjunto. Sus padres fueron Cleotildo Mendoza y Celestina Martínez, humildes agricultores como todo provinciano, labraron la tierra curvados en la chacra con la lampa, la barreta y la hoz en la mano desde el amanecer hasta la desaparición del sol en el horizonte. Así es nuestra vida andina.

Adolescente, abandonó la tierra de su niñez para viajar a la capital, embrujado por las comodidades y el adelanto que brindaba al provinciano. Al llegar a Lima se dio cuenta que la vida no era tan fácil como lo habían pintado, sino tenía que trabajar para sobrevivir. Para ello tuvo que hacerlo en distintas actividades; llegó a laborar en el Camal de Yerbateros de Ate, hasta casi sus últimos años de vida, de comisionista, con el dinero ganado mantenía a su familia.

En Lima adquirió una guitarra, las cuerdas las iba pulsando en cada traste, buscando la nota y la melodía que modulara su voz en “Mí menor” o en “Sol mayor”. Al mismo tiempo se dedicó a vender cancioneros de huaynos; las leía ávidamente, para divulgarla en su proficua labor artística, interpretando las canciones de moda del hermoso cofre de los tesoros musicales de nuestro Yauyos. Emulaba con propiedad la voz y la forma de los cantantes más populares de entonces, Ernesto Sánchez Fajardo, “El Jilguero del Huascarán” y del genial “Picaflor de los Andes”. A inicios de 1958, formó parte de la Compañía Folclórica “Los Yarungas” dirigido por Ascensión Romero Isla.

CONCURSÓ AL LADO DE PICAFLOR DE LOS ANDES

En agosto de 1958 se elevó a la gloria en el primer coliseo de Lima “La Plaza de Ácho”, junto con Alejandro Carranza, ocupando el 2do lugar, después del Picaflor de los Andes, vencedor del Concurso organizado por Radio Excelsior en su programa “Buscando Estrellas”. Alejandro tocó magistralmente el arpa y Moisés con su fornida y prodigiosa voz retumbó por los aires las mejores canciones del fondo de su alma, encumbrándose hasta la cima del cerro San Cristóbal. Llegaron como finalistas con el nombre “Los Quinchinos de Yauyos”. Fuera del escenario les felicitaron dos quinchinos, Pompeyo Ballarta Romero y Rómulo Rivera, quienes lo abrazaron emocionados hasta las lágrimas.

Esa tarde ellos tocaron al cielo con sus manos y divinas voces, Moisés con su asombrosa voz y Alejandro tocando admirablemente el arpa hasta sangrar los dedos de la mano. Sus canciones unas veces eran alegría, otros gemidos que sangraba a raudales. Y en todo Yauyos se hizo popular esa canción que dice: “De Buenavista yo te vi que a la entrada de mi Yauyos, llorabas; de ese lugar yo regresé sólo por quererte” Y se grabó tan hondamente en mi ser, que solíamos entonarlos con otro quinchino, el matemático Abdías Medina Ramos, recordando al gran “Sarasara”, que se ha elevado a la eternidad, pero sus canciones seguirán acompañando y endulzando nuestras vidas.

Desde entonces, ambos jóvenes, se dedicaron difundir la música yauyina, porque sus inspiraciones eran efluvios del amor, de lágrimas, de sollozos, de alegría, de la ternura del amor, de los recuerdos del amor, del sufrimiento y desdén de la ingrata que un día abandonó el hogar para alejarse lejos, dejando al amante con el corazón destrozado y hecho mil pedazos.

EL NOMBRE DE “SARASARA”

En 1970, siendo cantante ya reconocido por conjuntos ayacuchanos, viajó a la provincia de Lucanas a participar en una fiesta patronal. Para llegar tuvieron que cruzar cerca del nevado de “Sara Sara” a más de 4,500 msnm, al pie de esa montaña hay una laguna e ingresó a bañarse, soportando estoicamente las heladas aguas, para ganar una apuesta y desde entonces los demás lo llamaron “Sarasara”, que él orgulloso lo llevaba como símbolo de poderío y fortaleza de la raza indómita de la Nación de los Yauyos.

En este postrer instante que el “Quinchino de Oro” Sarasara, de aleja a su eterna morada, sólo nos queda guardar un minuto de silencio para su eterno descanso y sus canciones se guarde en el cofre de los recuerdos, porque hombres como él no mueren se transforman en símbolos, traspasa el tiempo y vivi eternamente en nuestros corazones. No ha muerto Cervantes para España, Goethe para Francia, Vallejo para el Perú, igual Moisés Mendoza no morirá nunca para Yauyos. Hasta pronto, descansa en paz mi buen amigo.