martes, 7 de diciembre de 2010

Alan García tiene dos delicias: el autoritarismo y la corrupción. Ninguna de las dos está comprobada, porque ha sido elegido dos veces Presidente en comicios democráticos y porque no tiene ninguna condena judicial por corrupción, pero da toda la impresión por múltiples circunstancias que navega en esos mares procelosos. Por ello, parece verosímil lo que dice el periodista Jaime Bayly en su columna de Perú 21, es decir, que García le dijo que al Presidente de la República “la plata le viene sola” y que sería capaz de propiciar un golpe de Estado para impedir el triunfo de Ollanta Humala.

En el tema de corrupción, a falta de investigaciones judiciales que lleguen a buen puerto -veamos sino el encharcamiento de la investigación sobre los petroaudios- lo que tenemos es una percepción ciudadana de megacorrupción aprista. Curiosamente, una percepción que se choca contra el control institucional del partido de gobierno, Poder Judicial, Congreso y Tribunal Constitucional incluidos, que impedirían una investigación adecuada y una eventual sanción para los culpables. Esto tiene como resultado baja popularidad, alrededor del 30% de aprobación presidencial, en el sótano de América Latina, pero alguna sensación todavía de control del gobierno.
Contrastemos esta situación con el gobierno de Alejandro Toledo en el que la percepción de corrupción fue menor, aunque múltiple, pero los casos tuvieron sino un final, por lo menos una andadura judicial mayor. Esto produjo una inestabilidad política y un desgobierno de proporciones llevando a varios sectores, a plantear la vacancia presidencial. El resultado fue una bajísima aprobación, 8% durante un largo cuarto año, en el subsuelo de la región, y una sensación de agudo descontrol personal y político del ex Presidente que ahora parece querer olvidarse.
En el tema del golpe de Estado existe un indudable coqueteo aprista con la idea, del que García es un aventajado heredero. Lo curioso, sin embargo, es que la tradición aprista venía al revés. Haya de la Torre buscó en sus primeros años militares que lo secundaran en sus propósitos revolucionarios y lo que busca García hoy parecería ser que militares que lo secundaran en sus propósitos reaccionarios. Para García el modelo neoliberal se ha convertido en el orden deseado, que está íntimamente asociado con la democracia precaria actual. Hay por lo tanto que defenderlo a toda costa, incluso con las armas en la mano. En estas intenciones antidemocráticas es, además, reincidente, recordemos sino lo que dijo meses atrás sobre que él no podía decir quién iba a ser el próximo Presidente, pero si podía evitar que lo fuera quien él no quiera. Bueno, de acuerdo con Bayly, ya tiene nombre aquel que sería objeto de las angustias de nuestro Presidente: Ollanta Humala.
Humala y los parlamentarios nacionalistas han salido inmediatamente a protestar por los supuestos dichos presidenciales, lo que es lógico y está bien. Pero, ¿qué dirán los otros candidatos presidenciales? Será interesante observar sus reacciones en los próximos días para ver qué tan en serio se toman las próximas elecciones generales. Por otra parte, es una buena oportunidad para que las autoridades electorales, específicamente el Jurado Nacional de Elecciones, se acuerden que una de sus funciones es también velar porque el Presidente de la República no meta sus narices en el proceso electoral en curso, ya que existen suficientes indicios para pensar que esto es así.