LLEGAR A VIÑAC, PROVINCIA DE YAUYOS ES UNA EXPERIENCIA MARAVILLOSA
Por: Manuel Madueño Ramos
Llegar a un refugio en la altura, rendirse ante la quebrada de “Auquichanka” en donde se encuentran los cinco distritos de la zona sur grande de la provincia de Yauyos: Huangáscar, Víñac, Madeán, Azángaro y Chocos. Por el fondo del valle corre un río de aguas cristalinas, alimentadas por puquios, manantiales y deshielos de la Cordillera Occidental de los Andes. Para observar mejor el paisaje paradisíaco se tiene que viajar en ómnibus o en una camioneta de 4 X 4 e internarnos en una aventura digna de contarse en los anales de nuestra vida. Una experiencia que no volverá repetirse.El camino no es para nada viable. Son sólo 280 kilómetros los que separan Viñac de Lima, pero uno tarda casi seis horas en llegar. Partiendo de la capital por la carretera Panamericana Sur, se debe tomar en Cañete el desvío hacia Lunahuaná. La ruta asfaltada sigue en perfectas condiciones hasta el puente San Gerónimo, dentro de la jurisdicción de Yauyos. De aquel lugar comienza el trajín, porque nos desviamos hacia la derecha para ingresar a una pequeña hoya, por donde baja el río “Auquichanka” a reunirse al río Cañete. Seguimos por una trocha de zigzag hasta el distrito de Huangáscar. La gente del lugar nos espera con choclos y queso.El camino es cuesta arriba y no es recomendable emprenderlo si no se cuenta con una camioneta 4x4. En la carretera de cuatro horas, los trucos contra la altura deberán ser sacados de inmediato de cualquier lugar, pues nuestro destino nos espera a casi 3190 metros sobre el nivel del mar donde se encuentra el Centenario distrito de Viñac. Es un balcón, mirador natural que se observa el valle de Lunahuaná, Cañete y el Océano Pacífico.Cuando empieza a preguntarse si tanto esfuerzo vale la pena, Viñac le cerrará la boca de golpe, porque allí estarán cerca al Paraíso Terrenal; los aviones pasan por el cielo, cerquita como para tomarlos con la mano. El poblado parece estar enclavado en el Cuzco, al lado del Valle Sagrado de los Inkas, rodeado por cerros verdes, un maravilloso cielo azul y una tranquilidad totalmente ajena a la capital. Sin embargo, todavía estamos en el departamento de Lima Si quiere ser parte de una experiencia de lujo, entonces tiene que descubrir el hotel más codiciando del lugar, El Refugio.El Refugio
Luego de un trayecto tan severo resulta más que celestial ingresar en una casa de madera y piedra, con todas las comodidades de un hotel de 5 estrellas. Un comedor con amplios ventanales que permiten apreciar el valle desde más de 3000 metros de altura; habitaciones en las que no falta una bolsa de agua caliente; chimeneas para espantar el frío andino y lo más destacado, un jacuzzi en medio del jardín en el que el turista se puede sumergir para desafiar el frío de la noche y observar, con un trago en la mano, las estrellitas que juguetean en el firmamento azul, persiguiéndose unas a otras.Pero como no se pretende que el visitante se quede todo el tiempo en el hotel, hay diversas actividades personalizadas. El lugar cuenta con un establo, con caballos cuarto de millas traídas del Uruguay y una entrenadora que guiará a los huéspedes en las rutas por los lugares aledaños; La Florida, Apurí, Tambo Pata y ascender al Sitio Arqueológico de “Wiñaccancha”, bien puede terminar la travesía en una pachamanca al borde del río o en una truchada con peces recién sacadas de las aguas.Para los que estén más en forma, hay bicicletas de montaña y equipos para salir a dominar los apus y wamanis. Lo más hermoso caminar por la ruta histórica que hace, más de doscientos años recorrió, el futuro Presidente del Perú, don Ramón Castilla y Marquesado, rumbo a Lima, después de haber atravesado durante ocho meses de Buenos Aires, cruzando la Montaña del Matto Grosso (Brasil), Bolivia, Puno, Cuzco, Ayacucho, Huancavelica, subir a la montaña de Turpi Cotay, bajar a la quebrada de Auquichanka, llegar a Viñac, atravesar los lugares Huangáscar, Llangastambo, Lunahuaná, Cañete y finalmente presentarse ante del virrey Pezuela.
Lo único que tienen que hacer el hombre, es tener un poco de coraje y ganas de conocer un pedacito de nuestro departamento de Lima que está al alcance de todos los que deseamos dejar el mundanal ruido de la capital, las bullas y la contaminación de aire. Volverán renovados y los pulmones limpios, para iniciar la jornada con más ímpetu.
Llegar a un refugio en la altura, rendirse ante la quebrada de “Auquichanka” en donde se encuentran los cinco distritos de la zona sur grande de la provincia de Yauyos: Huangáscar, Víñac, Madeán, Azángaro y Chocos. Por el fondo del valle corre un río de aguas cristalinas, alimentadas por puquios, manantiales y deshielos de la Cordillera Occidental de los Andes. Para observar mejor el paisaje paradisíaco se tiene que viajar en ómnibus o en una camioneta de 4 X 4 e internarnos en una aventura digna de contarse en los anales de nuestra vida. Una experiencia que no volverá repetirse.El camino no es para nada viable. Son sólo 280 kilómetros los que separan Viñac de Lima, pero uno tarda casi seis horas en llegar. Partiendo de la capital por la carretera Panamericana Sur, se debe tomar en Cañete el desvío hacia Lunahuaná. La ruta asfaltada sigue en perfectas condiciones hasta el puente San Gerónimo, dentro de la jurisdicción de Yauyos. De aquel lugar comienza el trajín, porque nos desviamos hacia la derecha para ingresar a una pequeña hoya, por donde baja el río “Auquichanka” a reunirse al río Cañete. Seguimos por una trocha de zigzag hasta el distrito de Huangáscar. La gente del lugar nos espera con choclos y queso.El camino es cuesta arriba y no es recomendable emprenderlo si no se cuenta con una camioneta 4x4. En la carretera de cuatro horas, los trucos contra la altura deberán ser sacados de inmediato de cualquier lugar, pues nuestro destino nos espera a casi 3190 metros sobre el nivel del mar donde se encuentra el Centenario distrito de Viñac. Es un balcón, mirador natural que se observa el valle de Lunahuaná, Cañete y el Océano Pacífico.Cuando empieza a preguntarse si tanto esfuerzo vale la pena, Viñac le cerrará la boca de golpe, porque allí estarán cerca al Paraíso Terrenal; los aviones pasan por el cielo, cerquita como para tomarlos con la mano. El poblado parece estar enclavado en el Cuzco, al lado del Valle Sagrado de los Inkas, rodeado por cerros verdes, un maravilloso cielo azul y una tranquilidad totalmente ajena a la capital. Sin embargo, todavía estamos en el departamento de Lima Si quiere ser parte de una experiencia de lujo, entonces tiene que descubrir el hotel más codiciando del lugar, El Refugio.El Refugio
Luego de un trayecto tan severo resulta más que celestial ingresar en una casa de madera y piedra, con todas las comodidades de un hotel de 5 estrellas. Un comedor con amplios ventanales que permiten apreciar el valle desde más de 3000 metros de altura; habitaciones en las que no falta una bolsa de agua caliente; chimeneas para espantar el frío andino y lo más destacado, un jacuzzi en medio del jardín en el que el turista se puede sumergir para desafiar el frío de la noche y observar, con un trago en la mano, las estrellitas que juguetean en el firmamento azul, persiguiéndose unas a otras.Pero como no se pretende que el visitante se quede todo el tiempo en el hotel, hay diversas actividades personalizadas. El lugar cuenta con un establo, con caballos cuarto de millas traídas del Uruguay y una entrenadora que guiará a los huéspedes en las rutas por los lugares aledaños; La Florida, Apurí, Tambo Pata y ascender al Sitio Arqueológico de “Wiñaccancha”, bien puede terminar la travesía en una pachamanca al borde del río o en una truchada con peces recién sacadas de las aguas.Para los que estén más en forma, hay bicicletas de montaña y equipos para salir a dominar los apus y wamanis. Lo más hermoso caminar por la ruta histórica que hace, más de doscientos años recorrió, el futuro Presidente del Perú, don Ramón Castilla y Marquesado, rumbo a Lima, después de haber atravesado durante ocho meses de Buenos Aires, cruzando la Montaña del Matto Grosso (Brasil), Bolivia, Puno, Cuzco, Ayacucho, Huancavelica, subir a la montaña de Turpi Cotay, bajar a la quebrada de Auquichanka, llegar a Viñac, atravesar los lugares Huangáscar, Llangastambo, Lunahuaná, Cañete y finalmente presentarse ante del virrey Pezuela.
Lo único que tienen que hacer el hombre, es tener un poco de coraje y ganas de conocer un pedacito de nuestro departamento de Lima que está al alcance de todos los que deseamos dejar el mundanal ruido de la capital, las bullas y la contaminación de aire. Volverán renovados y los pulmones limpios, para iniciar la jornada con más ímpetu.