jueves, 19 de febrero de 2009

EL OCASO DE UN COMBATIENTE DE 1941: FACUNDINO CHÁVEZ
Por Manuel Madueño Ramos
Un combatiente se hace héroe, derramando su sangre en defensa de la Patria y Facundino lo hizo con creces en la Guerra con el Ecuador en el año de 1941. Y como buen Geminiano, nació el 19 de junio de 1920 en el distrito de Víñac, todavía hace esfuerzos para seguir sonriendo, pero está enfermo y grave, talvez pueda acompañarnos sólo algunos meses más, la fortaleza de su cuerpo ha decaído en estos últimos tiempos. Sus cansados y temblorosos pasos, pierden equilibrio, con grave riesgo de resbalarse y fracturarse alguno de sus huesos. Tiene una humilde casa, construida con piedras y argamasa de barro en las frígidas faldas del “Wiñaccancha”, junto a un corral, donde los animales son sus únicos acompañantes. Por las noches el frío penetra por los resquicios de las paredes, construida empíricamente, con la fuerza de sus toscas manos.

Hablar de la guerra con el Ecuador es sinónimo de defensa, muerte y terror. La vida de Facundino está llena de grandes sacrificios y de anécdotas, primero como alumno del otrora Centro Escolar 470, cuando era Director el gran maestro, gremialista, preso por el gobierno de turno, Germán Caro Ríos. Futbolista, soldado, padre de familia, comunero y esposo ejemplar, que se desveló por la educación de sus hijos; ahora parece que lo han abandonado a su suerte. Después de casi siete décadas el Gobierno, después de muchos reclamos, se acordó darle una pensión vitalicia, para que pueda pasar los últimos años de su existencia sin el apremio de las necesidades económicas, porque defendió la Patria de la invasión ecuatoriana.

Los recuerdos de aquel conflicto, cincelan hondo el áspero interior del cerebro de Facundino, que ha marcado por el resto de su vida. Sus miradas se pierden en el lejano horizonte y parece retrotraer, los momentos angustiosos que pasó muy cerca del enemigo: y algunas viejas cicatrices que aún le queda en la cabeza por el roce de una bala enemiga que lo dejó tendido en el suelo, desmayado, manando abundante sangre. Sus compañeros pensaron que había muerto, pero él se levantó y ni el mismo entendía que estaba indemne y sano. Los traumas de esa guerra pasan por su cerebro haciéndolos derramar algunas lágrimas y deja escapar por los aires un hondo suspiro que se pierde llevado por el viento por las cumbres lejanas de “Orcj’on queñua” (cerro cubierto de quinuales en la parte alta del distrito de Víñac)

LLEGO HASTA MACARÁ

Durante el conflicto con el país del norte, Facundino formó parte del batallón “Mantaro”. En la campaña iniciada hacia el Ecuador, se encargaba de un cañón que debía de fijar el blanco; según sus compañeros de combate fue considerado como el mejor tirador. Cuenta, llegó hasta Macará, ciudad ecuatoriana haciendo correr las tropas enemigas y la población civil. Luego que las fuerzas entraron en combate fue designado en la posición de refuerzo en el combate de Zarumilla donde se libraron las últimas, cruentas y mortíferas batallas, dejando muchos enemigos muertos; los heridos se escapaban para no caer preso en manos peruanas. La población también tenían que huir dejando casas, ganados abandonado todo a su suerte. Los soldados hambrientos sacrificaron algunas reses para alimentarse, porque hace varios días no probaba alimento.

“Muchos no teníamos plena conciencia lo que significaba una guerra. Ni siquiera pensábamos en el enemigo. Nuestro enemigo era el frío, el hambre, la lluvia y el calor, pero pienso que fue injusto que el Gobierno no lo haya dado la real dimensión al conflicto. Mientras uno estaba luchando en la frontera, los más allegados al gobierno, los grandes políticos de siempre metidos en la corrupción comían en plato hondo, se emborrachan, bailaban todos los días; mientras nosotros olvidados, llorábamos de impotencia y de rabia, porque todo nos faltaba, pero teníamos de sobra el valor”. Manifestó con un rictus de amargura. “Así debió ser en la Guerra con Chile, por eso perdimos”

Facundino, vive en el campo, como si fuera hecho de piedra igual que la casa que los alberga, como si no tuviera casa en la ciudad. Algunas veces visita a sus hijos que vive en Cañete y asistir al Hospital, curar de sus males. Vive achacoso y con muchas dolencias en distintas partes de su cuerpo, producto de la edad y de los inclementes días que vivió en la guerra y en su retorno, pero orgulloso de haber defendido la Patria. Tiene una dolencia en el muslo derecho que no le permite caminar, puede ser artrosis. En la estancia donde vive no tiene agua, luz, en las noches se alumbra con una lámpara a kerosén o unas velas. Asegura que el gobierno le adeuda varios años de sus pensiones. ¿Por qué de este olvido y maltrato de parte de nuestro gobierno?

Nuestras autoridades Políticas, Edilicias y Educacionales, no deben olvidarse a este héroe viviente que aún tenemos en nuestras tierras, que sigue batallando, ya no con el enemigo de la Patria, sino con la edad, el tiempo, la enfermedad y con el ingrato olvido de los seres queridos. Es un ícono y ejemplo para nuestros jóvenes estudiantes, y digamos a todo el mundo, como él dijo muchas veces “que a la Patria no se vende, ¡Carajo!, a la Patria se defiende hasta con la última sangre de nuestras venas”. Estas palabras deben martillar en el cerebro de nuestras autoridades, porque debe nacer una Patria Nueva para volver a defenderla, con todo el poder de sus fuerzas.

Otro héroe de la zona, pero que vive reconfortado con ayudad e sus familiares es Silvestre Chulluncuy Evangelista, natural del distrito de Madeán, quien también estuvo en la Guerra con el Ecuador en el mismo año que el anterior. Son héroes vivientes, ejemplos de la juventud y de las generaciones venideras.