ANEXO DE YUNCAIPARA PARAÍSO ESCONDIDO DEL DISTRITO DE MADEÁN, PROVINCIA DE YAUYOS
Por Manuel Madueño.
Por Manuel Madueño.
Yuncaipara, bello paraje del distrito de Madeán, situado al oeste de la ciudad. Lugar idílico, paradisiaco y placentero lugar donde concurren los jóvenes que quieren gozar del aire puro, de sus aguas transparentes, de su cielo azul y el verdor inigualable de su paisaje; del rocío de cada amanecer; en el ir y venir de los labriegos al río “Auquichanka”, a la "toma" de donde sale las aguas que corren por las acequias de “Yuncacequia” y “Chillán”. Es el lugar obligado para paseos domingueros y "ganar virtudes”. Su fiesta, la “Cruz de Yuncaipara” lo celebra el 10 de mayo de todos los años, al lado del fogón que hierve el caldo de carnero y bailar frenéticamente al ritmo y compás de las notas de una Orquesta Típica Folclórica y con el rumor del aire frío de la noche.
Yuncaipara, es el paso cotidiano y obligado a los pueblos de Ortigal, La Florida, Tayamarca y “Canchapallqa”. Para llegar a este último lugar se tiene que cruzar “Rumichaca”, puente de piedra hecho por la pródiga naturaleza y ascender por un callejón rodeado de la flora natural para llegar a “Chacuy”, estancia de unos ganaderos. Hermosos lugares de la amplia pradera, donde pacen centenares vacas y ovejas con sus respectivas crías. Fue la despensa y vida de los ganaderos de Madeán, Tayamarca y otros que hace tiempo descansan bajo la fosa húmeda y fría del cementerio, olvidado por sus seres queridos, pero la centenaria campiña sigue verdeando y alimentando al ganado.
La tranquilidad del ambiente, del inmejorable lugar para descansar en la alfombra verde del acogedor paisaje, de las aguas que corren por las acequias al distrito de Madeán hacen de Yuncaipara, el mejor para para los enamorados que rinden pleitesía al dios Eros; es el rincón donde quedan impregnados los recuerdos idílicos truncos, destruidos por la incomprensión y juramentos hecho bajo el manto de nubes que baja desde las cumbres de “Wankamarca”, “Llacsa cancha” y “Allqamarca” e impone un paisaje sobre natural y conmovedor; y al murmullo del viento, que hace desaparecer con su incesante trajinar. Allí nacen los nuevos amores, sentimientos que avivan esperanzas de los jóvenes y se bebe el hálito telúrico de la tierra. Juramentos deshechos a las orillas de “Yuncacequia” o al pie de los caminos junto a las plantas de maguey.
Yuncaipara, se torna así en el hito feliz para jalonar recuerdos y rememorar horas pasadas, descansando a la sombra de eucaliptos y alisos centenarios, mudos testigos de proposiciones de amor, contratos efímeros del ayer que el viento los borró de un solo soplo. Árboles en cuyas ramas cobijan cientos de avecillas que trinan y alegran las tibias mañanas primaverales. En este lugar se quedan las lágrimas de seres que amaron una y otra vez, creyendo en las embusteras frases del amante, que un día alzó vuelo para nunca más volver y olvidar promesas y juramentos. Ellas esperan ilusionadas el retorno, bajo la sobra de los cientos de árboles y la mirada incólume de “Wankamarca”, apu tutelar y protector del pueblo.
Yuncaipara, es el paso cotidiano y obligado a los pueblos de Ortigal, La Florida, Tayamarca y “Canchapallqa”. Para llegar a este último lugar se tiene que cruzar “Rumichaca”, puente de piedra hecho por la pródiga naturaleza y ascender por un callejón rodeado de la flora natural para llegar a “Chacuy”, estancia de unos ganaderos. Hermosos lugares de la amplia pradera, donde pacen centenares vacas y ovejas con sus respectivas crías. Fue la despensa y vida de los ganaderos de Madeán, Tayamarca y otros que hace tiempo descansan bajo la fosa húmeda y fría del cementerio, olvidado por sus seres queridos, pero la centenaria campiña sigue verdeando y alimentando al ganado.
La tranquilidad del ambiente, del inmejorable lugar para descansar en la alfombra verde del acogedor paisaje, de las aguas que corren por las acequias al distrito de Madeán hacen de Yuncaipara, el mejor para para los enamorados que rinden pleitesía al dios Eros; es el rincón donde quedan impregnados los recuerdos idílicos truncos, destruidos por la incomprensión y juramentos hecho bajo el manto de nubes que baja desde las cumbres de “Wankamarca”, “Llacsa cancha” y “Allqamarca” e impone un paisaje sobre natural y conmovedor; y al murmullo del viento, que hace desaparecer con su incesante trajinar. Allí nacen los nuevos amores, sentimientos que avivan esperanzas de los jóvenes y se bebe el hálito telúrico de la tierra. Juramentos deshechos a las orillas de “Yuncacequia” o al pie de los caminos junto a las plantas de maguey.
Yuncaipara, se torna así en el hito feliz para jalonar recuerdos y rememorar horas pasadas, descansando a la sombra de eucaliptos y alisos centenarios, mudos testigos de proposiciones de amor, contratos efímeros del ayer que el viento los borró de un solo soplo. Árboles en cuyas ramas cobijan cientos de avecillas que trinan y alegran las tibias mañanas primaverales. En este lugar se quedan las lágrimas de seres que amaron una y otra vez, creyendo en las embusteras frases del amante, que un día alzó vuelo para nunca más volver y olvidar promesas y juramentos. Ellas esperan ilusionadas el retorno, bajo la sobra de los cientos de árboles y la mirada incólume de “Wankamarca”, apu tutelar y protector del pueblo.
Pero no solo los alisos y eucaliptos dan vida al anexo de Yuncaipara; sino también los famosos magueyes que crecen al borde del camino, de callejones por donde transitan hombres y animales. Allí se ven desfilar altaneras con sus enormes pencas que como brazos saltan a saludarte. Las grandes hojas verduscas, con sus espinas rectas y oblicuas, parecen darte la bienvenida y ofrecerte sus palmas abiertas donde puedas escribir un recuerdo de tu tránsito.
En las pencas del maguey de Yuncaipara, permanecen murales vivientes y un papel abierto al viento donde se escriben recuerdos, mensajes para el amor imposible y los amoríos ocultos entre tal o cual persona, que se convierte en la noticia que inquieta al madeanino, cual ráfaga de fuego se extiende por todo el pueblo, siendo la comidilla del día, generando preocupaciones, comentarios y especulaciones de todos los matices; y entre duda y duda la vida sigue su curso. Para corroborar lo dicho se escriben estos versos:
"Cuando vayas a Yuncaiparalleva tu manta y tu poncho
para que tapes las pencas
y no descubran tus secretos”
Si caminas por Yuncaipara, fíjese las pencas de los magueyes, converse con ellas, déjale una señal de tus pasos perdidos y constatarás que sus venas tienen la vitalidad entrañable, para recibir cuanto quieras escribir. Y encontrarás mensajes de otros tiempos, de otros amores que volaron al cielo sin conocer el verdadero amor. También hallarás versos y poemas escrita con dedos temblorosos y lágrimas salitrosas que todavía quedan entre las lisas palmas de verde esmeralda. Ellas son testigos vivientes de días dolorosos y alegres de nuestros padres y abuelos que pasaron un día cerca de ellos.
Así, las pencas de maguey de Yuncaipara, depositarías de sentimientos, de quienes estuvieron perdidos, son parte de la historia de ese anexo tan preferido por los caminantes de Víñac, Tayamarca y Floridanos. Ahora que han pasado muchos años, volvemos a recorrer por los empedrados callejones, seguimos leyendo otras frases, otros acontecimientos, otros pasquines de seres que viven y aman los mismos tormentos que un día hemos vivido. Fueron otros tiempos más hermosos de inmensa e intensa alegría.
Algún poeta del lugar, para perpetuar su nombre de las pencas de maguey, sintió en su alma aflorar recuerdos de su niñez. Vio a mujeres hermosas que iban los domingos lavar ropas debajo del puente del río “Auquichanka” que une Yuncaipara y Ortigal; en su recuerdo un madeanino compuso estos versos:
"Estas pencas de “Yuncaipara”
las voy a mandar cortar,
porque sirven de correo
de las que van a lavar”
"Estas pencas de “Yuncaipara”
las voy a mandar cortar,
porque sirven de correo
de las que van a lavar”
Y allí están y estarán eternamente las pencas de maguey de “Tacul” y “Chaca”, de “Yuncaipara”, de caminos y callejones, para explorar sus secretos más íntimos, renaciendo en cada primavera y atentas para recibir nuevos mensajes de propios y extraños, que los publicará con el viento de las mañanas. Por esas noticias me enteré que muchas parejas sacan la vuelta y ponen “cuernos” a sus enamorados, novios y cónyuges. Allí tuve conocimiento que estaba enfrascado dentro de un cúmulo de hechos inverosímiles; allí descubrí que todavía yo vivía para mis paisanos y que continuamente volveré a seguir escribiendo frases para la eternidad.