APOTEOSICA PRESENTACIÓN DE LA NEGRERIA DEL DISTRITO DE HUANCAYA.
Por: Manuel Madueño Ramos
Por: Manuel Madueño Ramos
La Junta Directiva del “Centro Social Deportivo Huancaya”, dirigido por su novísimo Presidente Ing. Herbert Alejandro Salhuana. Una de las gloriosas instituciones del distrito de Huancaya- Yauyos, residentes en Lima, celebró apoteósicamente, la fiesta de la Negrería, el domingo 8 de febrero en el local del C. R. S. P. Cusi, anexo del distrito de Colonia, ubicado en Campoy, distrito de San Juan de Lurigancho, donde la colonia huancayana y sus invitados colmaron las graderías de este Centro Recreacional. Fue una manera de rendir homenaje al Niño Jesús, que el presente año recayó de Prioste al niñito Renato Vilchez Torres. Estuvo amenizado por la prestigiosa Banda Orquesta “Social Huancaya” BOSH, Patrimonio Cultural de la provincia de Yauyos, dirigido magistralmente por su Director Wilder Matos Salhuana.
Los asistentes gozaron de lo lindo observando la danza de los negritos de Huancaya, tradición que ha venido desarrollándose desde tiempos de la colonia. Primero se hicieron presente los Negritos Calichines, luego las damas y finalmente los mayores conducido por el Mayú ingeniero Orlando Alejandro Salhuana. Entre los danzantes que brillaron por su ausencia el Ing. Herbert Alejandro Salhuana, que en esta oportunidad estaba en la bonetería, para el mejor control de sus paisanos. Felicitaciones por dar el ejemplo.
Los danzantes de negritos salieron ataviados con máscara, debida mente uniformados: pantalón y saco azul, camisa blanca, sombrero negro llevando como adorno en la parte de adelante una pluma o plumilla de distintos colores, corbatas, guantes blancos. La mano izquierda en la cintura mientras, que con la otra llevaba una campanilla que los agitaba haciéndolos vibrar. Los negritos calichines, no pasaban de diez años, pero se nota que hay fibra y tiene asegurado que mañana más tarde van a estar muy bien representados los mayores.
HISTORIA DE LOS NEGROS HUANCAYANOS
Haciendo una pequeña historia, los negros llegaron al Perú junto con los españoles, pero los inkas los conocía desde hace muchos años. Los primeros melanodermos los trajo Túpac Yupanqui en su travesía por el Océano Pacifico, luego Alonso Prieto llegó acompañando a Alonso Molina con las huestes de Francisco Pizarro. Cuando la mano de obra disminuyó por muerte de los indios llegaron cientos de negros enjaulados, enmarrocados como esclavos, para ser vendidos y trabajaran en los valle de la Costa. En 1651, un negro de la casta Angola pintó en un muro de Pachacamilla la imagen del Señor de los Milagros. Nos enteramos también que Micaela Bastidas, esposa de Túpac Amaru “mujer notable por su hermosura”, era zamba, hija de padre negro y de madre india. Estos negros trajeron su propia cultura, sus creencias mágico-religiosas, mezcla de lo sagrado y profano, expresado en sus cantos, bailes y danzas. Transpuso las puertas del tiempo a través de sus costumbres, dogmas.
Según el Ing. Orlando Alejandro Salhuana, Maestro de la Negrería, los negros fueron llevados a Huancaya por los españoles. En la Colonia se instalaron grandes centros mineros, a falta de mano de obra por la muerte indiscriminada de indios, tuvieron que llevar negros que trabajaran. Éstos, en los primeros años fueron muriéndose, porque decían que eran de sangre caliente y sobre los 3,500 msnm, eran pocos los sobrevivientes. Con el paso de los años fueron aclimatándose e iniciaron danzar, bailar igual que en su tierra de origen, pero había un cruce con las melodías andinas-afrocongoleñas.
Los curas, intervinieron en esta aculturación. Fundaron pueblos y cada uno de ellos con su Patrón respectivo. Nunca dos pueblos cercanos deberían tener el mismo Patrón, para que en la celebración de misas y no haya duplicidad. Lo hacía con el fin de cobrar por cada misa. De esta manera fueron catequizando y evangelizando a indios y negros. En dichas fiestas los españoles inquirían a los negros si querían danzar. Ellos decían que sí, pero con atuendos igual que los españoles… “queremos vestirnos igual que ustedes”, por ese motivo los negritos de Huancaya son elegantes, quimbosos; primero, porque llevan el baile en la sangre y segundo por la distinción del español, elegante, garbosos con pasos acompasados.
La convivencia de vencidos y vencedores da origen a una imaginaria vida que se entremezclan relatos, danzas, bailes. Se entremezclan lo profano y lo religioso, lo indígena y los negros del África, aparte la cuota que ponen los de la Península Ibérica. Y esto se ha venido trasmitiéndose de generación en generación llegando hasta nuestros días. Parece que en ciertos momentos del Periodo Republicano, decayó para después surgir con mayor brío, ímpetu y autenticidad.
Lo encomiable en los danzantes de Negritos de Huancaya, nadie se avergüenza de salir al campo a bailar al son de la música, con una gracia y donaire envidiable, sobre todo las damas, todos elegantemente uniformados con sus pantalones y sacos azules. Los varones con máscara de negros, con unas jetas que se les cuelgan. Sombreros negros con plumaje y plumillas pintorescas y un espejo que brilla con el sol, con la luz que irradia en las paredes y en los ojos de los asistentes. Sus campanillas que llevan en la mano derecha, le dan la suprema jerarquía de sacristán que acompaña al cura en las procesiones de las festividades religiosas.
La cuadrilla de las mujeres se hizo presente a órdenes de la Mayu, Lupe Sierra Matos, sin los disfraces de la cara, pero igual que los varones muy bien uniformadas. Entre estas beldades podemos citar: Antonia, Maruja, Nivia, Gladis, Lely y Elena Salazar, todas parece hermanas; Maira Sánchez, Carmen Granados, Carolina y Amelia Alejandro y ana Melo. Ellas todas jacarandosas que transmiten, gracia, donaire y regalaba sonrisa a diestra y siniestra. Los gráciles movimientos de sus cuerpos, se movían rítmicamente al son de la música. Todo un acontecimiento digno de grabarse eternamente en la retina de los ojos. Un espectáculo lleno de colorido, de música, baile y belleza. También corrió la cerveza como las aguas de su encantador río Cañete.
Los asistentes gozaron de lo lindo observando la danza de los negritos de Huancaya, tradición que ha venido desarrollándose desde tiempos de la colonia. Primero se hicieron presente los Negritos Calichines, luego las damas y finalmente los mayores conducido por el Mayú ingeniero Orlando Alejandro Salhuana. Entre los danzantes que brillaron por su ausencia el Ing. Herbert Alejandro Salhuana, que en esta oportunidad estaba en la bonetería, para el mejor control de sus paisanos. Felicitaciones por dar el ejemplo.
Los danzantes de negritos salieron ataviados con máscara, debida mente uniformados: pantalón y saco azul, camisa blanca, sombrero negro llevando como adorno en la parte de adelante una pluma o plumilla de distintos colores, corbatas, guantes blancos. La mano izquierda en la cintura mientras, que con la otra llevaba una campanilla que los agitaba haciéndolos vibrar. Los negritos calichines, no pasaban de diez años, pero se nota que hay fibra y tiene asegurado que mañana más tarde van a estar muy bien representados los mayores.
HISTORIA DE LOS NEGROS HUANCAYANOS
Haciendo una pequeña historia, los negros llegaron al Perú junto con los españoles, pero los inkas los conocía desde hace muchos años. Los primeros melanodermos los trajo Túpac Yupanqui en su travesía por el Océano Pacifico, luego Alonso Prieto llegó acompañando a Alonso Molina con las huestes de Francisco Pizarro. Cuando la mano de obra disminuyó por muerte de los indios llegaron cientos de negros enjaulados, enmarrocados como esclavos, para ser vendidos y trabajaran en los valle de la Costa. En 1651, un negro de la casta Angola pintó en un muro de Pachacamilla la imagen del Señor de los Milagros. Nos enteramos también que Micaela Bastidas, esposa de Túpac Amaru “mujer notable por su hermosura”, era zamba, hija de padre negro y de madre india. Estos negros trajeron su propia cultura, sus creencias mágico-religiosas, mezcla de lo sagrado y profano, expresado en sus cantos, bailes y danzas. Transpuso las puertas del tiempo a través de sus costumbres, dogmas.
Según el Ing. Orlando Alejandro Salhuana, Maestro de la Negrería, los negros fueron llevados a Huancaya por los españoles. En la Colonia se instalaron grandes centros mineros, a falta de mano de obra por la muerte indiscriminada de indios, tuvieron que llevar negros que trabajaran. Éstos, en los primeros años fueron muriéndose, porque decían que eran de sangre caliente y sobre los 3,500 msnm, eran pocos los sobrevivientes. Con el paso de los años fueron aclimatándose e iniciaron danzar, bailar igual que en su tierra de origen, pero había un cruce con las melodías andinas-afrocongoleñas.
Los curas, intervinieron en esta aculturación. Fundaron pueblos y cada uno de ellos con su Patrón respectivo. Nunca dos pueblos cercanos deberían tener el mismo Patrón, para que en la celebración de misas y no haya duplicidad. Lo hacía con el fin de cobrar por cada misa. De esta manera fueron catequizando y evangelizando a indios y negros. En dichas fiestas los españoles inquirían a los negros si querían danzar. Ellos decían que sí, pero con atuendos igual que los españoles… “queremos vestirnos igual que ustedes”, por ese motivo los negritos de Huancaya son elegantes, quimbosos; primero, porque llevan el baile en la sangre y segundo por la distinción del español, elegante, garbosos con pasos acompasados.
La convivencia de vencidos y vencedores da origen a una imaginaria vida que se entremezclan relatos, danzas, bailes. Se entremezclan lo profano y lo religioso, lo indígena y los negros del África, aparte la cuota que ponen los de la Península Ibérica. Y esto se ha venido trasmitiéndose de generación en generación llegando hasta nuestros días. Parece que en ciertos momentos del Periodo Republicano, decayó para después surgir con mayor brío, ímpetu y autenticidad.
Lo encomiable en los danzantes de Negritos de Huancaya, nadie se avergüenza de salir al campo a bailar al son de la música, con una gracia y donaire envidiable, sobre todo las damas, todos elegantemente uniformados con sus pantalones y sacos azules. Los varones con máscara de negros, con unas jetas que se les cuelgan. Sombreros negros con plumaje y plumillas pintorescas y un espejo que brilla con el sol, con la luz que irradia en las paredes y en los ojos de los asistentes. Sus campanillas que llevan en la mano derecha, le dan la suprema jerarquía de sacristán que acompaña al cura en las procesiones de las festividades religiosas.
La cuadrilla de las mujeres se hizo presente a órdenes de la Mayu, Lupe Sierra Matos, sin los disfraces de la cara, pero igual que los varones muy bien uniformadas. Entre estas beldades podemos citar: Antonia, Maruja, Nivia, Gladis, Lely y Elena Salazar, todas parece hermanas; Maira Sánchez, Carmen Granados, Carolina y Amelia Alejandro y ana Melo. Ellas todas jacarandosas que transmiten, gracia, donaire y regalaba sonrisa a diestra y siniestra. Los gráciles movimientos de sus cuerpos, se movían rítmicamente al son de la música. Todo un acontecimiento digno de grabarse eternamente en la retina de los ojos. Un espectáculo lleno de colorido, de música, baile y belleza. También corrió la cerveza como las aguas de su encantador río Cañete.