En La evolución constructiva del aprismo (Lima, 2008) Alan García justifica el abandono de la Constitución de 1979 -que Haya de la Torre, su autor, llamaba "una Constitución para el siglo XXI"- y su reemplazo por la Constitución fujimorista de 1993.
La Constitución de 1979, dice García, "se discutió dentro del 'ciclo expansivo' y en apariencia favorable del endeudamiento" (97). Primó, pues, el optimismo de una coyuntura económica expansiva. "Por ello -continúa García-, la Constitución (de 1979) es a la vez una afirmación de los derechos sociales, de la justicia como derecho al trabajo, a la salud, a la educación gratuita para todos y a cargo del Estado. afirmó la negociación colectiva y la seguridad social universal" (98-99). Sería el final de esta coyuntura económica expansiva lo que exigía abandonar estas conquistas sociales.
Esta versión tuerce los hechos históricos. La crisis económica peruana estalló en 1974 y en 1979 continuaba agravándose. La crisis provocó el desgaste del velasquismo, el alzamiento del 5 de febrero y la caída de Velasco, en agosto de 1975. Morales Bermúdez, para implementar sus ajustes estructurales, debió gobernar a partir de 1976 con toque de queda y estado de sitio. El paro nacional de julio de 1977 -que obligó a los militares a convocar a la Constituyente y a abandonar el poder- fue también impulsado por la crisis.
Es falso, pues, que la Constitución de 1979 fuera el producto de la euforia inducida por un ciclo económico expansivo. Y por supuesto la situación económica de hoy es incomparablemente mejor que la de entonces. Si García abandona la Constitución de 1979 es porque ella consagra conquistas sociales que su "gobierno de los ricos" no puede aceptar.
García reconoce el desastre de su primer gobierno, pero reivindica sus logros: "Pese a ello -asegura-, en la asistencia crediticia a la agricultura, en el nivel del empleo, en la salud y la seguridad social. el aprismo cumplió los compromisos asumidos ante el electorado" (108).
Veamos. Durante su gobierno, de los US$2,576 millones que prestó el Banco Agrario se recuperó el 5%, la producción de los principales alimentos agrícolas cayó en 13% y la importación de alimentos creció en 48%. El gasto estatal en salud cayó de 100 a 47, en educación de 100 a 56, y en vivienda de 100 a 25. La pobreza se triplicó, pasando del 16% al 45%. Los salarios reales se redujeron a menos de la mitad de su nivel original y el nivel de consumo real se redujo en 46%. El subempleo pasó de 42% a 73% y se perdieron más de un millón de puestos adecuados de trabajo. Así cumplió "los compromisos asumidos ante el electorado".
Apoyo: M.Madueño.
La Constitución de 1979, dice García, "se discutió dentro del 'ciclo expansivo' y en apariencia favorable del endeudamiento" (97). Primó, pues, el optimismo de una coyuntura económica expansiva. "Por ello -continúa García-, la Constitución (de 1979) es a la vez una afirmación de los derechos sociales, de la justicia como derecho al trabajo, a la salud, a la educación gratuita para todos y a cargo del Estado. afirmó la negociación colectiva y la seguridad social universal" (98-99). Sería el final de esta coyuntura económica expansiva lo que exigía abandonar estas conquistas sociales.
Esta versión tuerce los hechos históricos. La crisis económica peruana estalló en 1974 y en 1979 continuaba agravándose. La crisis provocó el desgaste del velasquismo, el alzamiento del 5 de febrero y la caída de Velasco, en agosto de 1975. Morales Bermúdez, para implementar sus ajustes estructurales, debió gobernar a partir de 1976 con toque de queda y estado de sitio. El paro nacional de julio de 1977 -que obligó a los militares a convocar a la Constituyente y a abandonar el poder- fue también impulsado por la crisis.
Es falso, pues, que la Constitución de 1979 fuera el producto de la euforia inducida por un ciclo económico expansivo. Y por supuesto la situación económica de hoy es incomparablemente mejor que la de entonces. Si García abandona la Constitución de 1979 es porque ella consagra conquistas sociales que su "gobierno de los ricos" no puede aceptar.
García reconoce el desastre de su primer gobierno, pero reivindica sus logros: "Pese a ello -asegura-, en la asistencia crediticia a la agricultura, en el nivel del empleo, en la salud y la seguridad social. el aprismo cumplió los compromisos asumidos ante el electorado" (108).
Veamos. Durante su gobierno, de los US$2,576 millones que prestó el Banco Agrario se recuperó el 5%, la producción de los principales alimentos agrícolas cayó en 13% y la importación de alimentos creció en 48%. El gasto estatal en salud cayó de 100 a 47, en educación de 100 a 56, y en vivienda de 100 a 25. La pobreza se triplicó, pasando del 16% al 45%. Los salarios reales se redujeron a menos de la mitad de su nivel original y el nivel de consumo real se redujo en 46%. El subempleo pasó de 42% a 73% y se perdieron más de un millón de puestos adecuados de trabajo. Así cumplió "los compromisos asumidos ante el electorado".
Apoyo: M.Madueño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario