Muy pocos lugares del Perú, guardan una hermosa y singular belleza natural que se impregnan profundamente en los intersiccios del alma: la provincia de Yauyos, departamento de Lima. A fines del mes de enero del presente año un grupo de Turistas Norteamericanos, visitaron nuestra provincia llegando hasta Huancaya situado al pie del cerro “Huayllahuacán”, dios protector, venerados por los aborígenes desde miles de años. Y para confirmar in situ fue guiado por este su humilde servidor a ese paradisiaco lugar publicitado por el Ing. Herbert Alejandro Salhuana, hombre cultísimo amante de la historia de Yauyos.
Partimos de Lima por la carretera Panamericana Sur, teniendo a nuestra derecha el anchuroso mar del Océano Pacífico y a la izquierda el desierto de la Costa, donde las dunas en pocas horas cambian de lugar, forma y tamaño por acción de los vientos locales. Recorrimos 154 kms hasta Cañete, antiguo valle fértil de los “Guarcu”. Viramos a la izquierda para ingresar al distrito comercial de Imperial donde adquirimos algunos kilos de manzana para mitigar el hambre, pero Juan Pascual, el diligente chofer de la “Empresa San Juan” de Yauyos ya nos tenía aguardando un buen desayuno: tortilla de camarones con yuca en uno de los barrios, antes de llegar del distrito de Lunahuaná.
Después de un pantagruélico desayuno seguimos nuestra ruta, haciendo un brevísimo alto en el distrito de Lunahuaná, para esculpir en nuestra cámara fotográfica su Plaza de Armas y su Templo Colonial al “Apóstol Santiago”. Continuamos por Condoray, Uchupampa, Catapalla, cruzamos el puente Pacarán y llega a Zúñiga. Después de diez minutos de cruzar este pueblo, al otro lado del río observamos estábamos una inmensa piedra en forma de un cráneo humano, acompañado de un león que quedan en la jurisdicción del distrito de Chocos. Seguidos raudamente por el pueblo de San Juan, último anexo de Cañete, luego San Gerónimo, atravesamos el puente de “Huayllampi” sobre el río Cacra y luego el puente de “Catahuasi” sobre el río Tupe; después ambos puntes colapsados por aluviones y huaycos.
En un santiamén nos encontrábamos recorriendo por Canchán, Putinza, Capillucas, pasamos de largo cerca a la laguna artificial de Chinchay, Auco, Magdalena hasta Tinco Alis. De Llapay, km 292, por sugerencia del chofer nos desviamos al distrito de Laraos. Y mientras ascendíamos por unos zigzags nos maravillamos admirando de las milenarias andenerías construidas época de los Sinchimarca; otro lugar apacible es la laguna de “Cochapampa” que se reseca en los meses de abril a diciembre sirviendo como campo deportivo.
Volvimos por la misma vía hasta Tinco Alis, atravesamos el río e iniciamos el ascenso hacia Vitis por un cerrado acantilado que fue abriéndose. De pronto apareció la laguna de “Piquicocha”. Según el Ing. Alejandro, en uno de esos montes llenas de piedras históricas, el Dr. Sergio Armas Castro ex Vocal de la Corte Superior de Lima de pequeño apacentaba sus ganados. Es una laguna tranquila, sin olas. ¿Quién podría extraer el sonido de ese silencio? Nadie. Tomamos algunas vistas de algunos mamíferos que devoraba el gramado. Casi al atardecer llegamos a la tierra de los ayllus: Vitis ayllu, Tomas ayllu y Cochas ayllu, cuna del ex -alcalde Aníbal Flores Bejarano. Es una hermosa ciudad de calles empedradas, casas de piedra y adobe, un Templo y una Plaza de Armas, en sus jardines crecen algunas plantas de quinual.
A nuestra vista se presenta el fondo mágico de un río de aguas tranquilas. El espectáculo sigue deslumbrándonos, son las 5.30 pm y el sol empieza declinar. Y en 15 minutos llegamos al distrito de Huancayana, que está a 3,500 msnm y a 170 km de distancia de Cañete. Tiene uno de los más hermosos paisajes del Perú. Caminamos por el puente colonial de cal y canto. Desde allí apreciamos la belleza de este lugar mágico y celestial. Las aguas bajan suavemente por la quebrada sin hacer ruido como queriéndonos decir que están en el paraíso del Mundo. Y en verdad es el templo de la belleza inigualable de nuestro Yauyos.
El sol sigue descendiendo y el frío empieza filtrarse por nuestras vestimentas, tenemos que abrigarnos, talvez los dioses de las montañas quieran dejarnos alguna señal de nuestra visita. Nos da la bienvenida Víctor Alejandro, empleado del Concejo distrital, llevándonos a uno de los más cómodo hoteles. También aparece un empleado del Ministerio de Salud, viñaquino, paisano mío, nos saluda cordialmente. Esa noche pernoctamos allí, bajo las miradas tutelares de las altísimas montañas, escuchando el vago rumor de las aguas del río, que se arrastra como una sierpe en acecho.
Al amanecer del día martes 24 de febrero, después de desayunar trucha frita fuimos al pueblo de Vilca que está a 3,800 msnm, a 17 km de Huancaya. Es otra maravilla creada por la naturaleza y los dioses. El agua desciende mansa y dulcemente, formando lagunas y cochas de un color azulino, verde esmeralda que contrasta con las verduscas colinas. Desde la parte más alta del camino divisamos una montaña nevada es el dios “Pariaqaqa”, vencedor de “Huallallo Carhuincho”, dios de los Huarochiranos y de la Nación de los Yauyos.
Vilca, está en una pequeña explanada a las orillas del río Cañete. Llegar a este lugar es como arribar a un territorio vedado para los mortales, morada sólo para los dioses. Al lado de la plaza principal esta la casa que construyó el ex Presidente Alberto Fujimori, convertido en un hotel. Allí todo es maravilla, la belleza y el paisajes es indescriptible, fantástico. También tiene su colonial, para seguir gozando de esta perfección Divina, creada por dioses extraños.
Con las últimas energías que nos quedaban aquel día, escalamos una cumbre donde está el mirador “Cantagallo”. De allí observamos el “Bosque del amor” la suave caída de las aguas, no en choro violento sino como descendiendo por una larga escalera, descansando en cada peldaño, dando elegancia al espectáculo, haciéndolo más cautivador. Dejamos esta tierra prometiendo regresar. Ingresamos al distrito de Alis, cruzamos por la parte alta hasta llegar al imponente e impresionante cañón de “Uchco”, obra monumental y colosal, construida por extraños alienígenos y no por hombres mortales o “michipulsos”. Luego tomamos el regreso para llegar a la capital a las diez de la noche. Y gracias a ellos conocí una parte hermosa de nuestro Yauyos.