jueves, 6 de mayo de 2010

HISTÓRICA PEREGRINACIÓN AL SANTUARIO DE LA “ASCENSIÓN DEL SEÑOR DE CACHUY”

Por: Manuel Madueño Ramos

Hace más de 40 años recorrí los sinuosos caminos al Santuario del “Señor de la Ascensión de Cachuy”. La primera vez que caminé por esos vericuetos fue como escaparse al encuentro del Señor. En la larga jornada te encuentras con miles de fieles peregrinos que dejan, sudor y lágrimas. Allí las diversas clases sociales, confraternizan y mezclan sus emociones, fatigas, dolor, y esperanza de llegar prestamente a la cima del cerro. Descansan sobre una piedra y seguir escalando hasta ganar la montaña más alta en cuyas faldas se halla el templo del Señor. Sus puertas se abren para hospedar a los cientos de miles de fervientes devotos que pugnan por ingresar a la casa de Dios. Al llegar junto al altar mayor, un no sé qué, te inunda el alma, ilumina tu vida y aumenta el brillo intenso de nuestros ojos. Y derramas algunas lágrimas de emoción.

En las interminables horas de remontar la cuesta, entre las decenas de zigzag, te tropiezas con devotos, que caminan pensativos; las miradas desorbitadas de sus ojos se pierden en el lejano horizonte. Nos hacemos amigos y seguimos el interminable ascenso; y al preguntárseles si son de la zona, contestan que son de Huánuco, Ancash y así sucesivamente de distintos lugares del país. Se les indaga: ¿Y qué te trae por acá? ¿Por qué vas? ¡Ah!, me contesta uno. “Mira caballero, yo nunca he sido creyente, pero un amigo me dijo que si tú le pides un milagro al Señor de Cachuy, te lo hace. Por esos días tenía problemas casi insalvables en mi trabajo, hice lo que me aconsejó. Y el milagro se produjo. Así es que sin conocer estoy yendo a darle las gracias al Señor de Cachuy”.

De los prodigios y milagros atribuidos al “Señor de Ascensión de Cachuy” se cuentan por miles. Cada uno de los fervorosos creyentes que cada año suben al pueblo de Cachuy donde se halla la imagen del Señor, son para darle las gracias por el milagro concedido. Son pocos los que llegan solicitar un favor a sus males o necesidades. Si le concede el milagro entonces volverá hasta por diez años consecutivos. Si no lo cumple, el Señor lo puede castigar. Y de estos escarmientos hay muchas. Una vez Teodosio Ramos Aguado, despotricó del Señor cuando vio que su hermana y su cuñado viajaban con destino a Cachuy. No pasó media hora, cuando uno de sus caballos favoritos empezó correr, se tropezó, rodó y murió instantáneamente. De ateo se volvió creyente en Dios.

CACHUY, PUEBLO COLONIAL SIGUE IGUAL DE HACE SIGLOS

Cachuy, es uno de los miles de pueblos perdidos entre las sinuosidades de este territorio llamado Perú. Pertenece al distrito de Tupe, provincia de Yauyos, aproximadamente 250 km de distancia de Lima. La Nación de los Yauyos existió cientos de años antes que los inkas, siendo su lengua materna el jaqaru. Acerca del origen de este idioma se han suscitado muchas polémicas. Unos dicen es el producto de la unión del aimara con el runa simi; otros que habría sido el viejo idioma deformado que hablaban los habitantes de la desaparecida civilización Sechín (Casma) que huyeron hacia el sur, ante la persecución implacable de la hegemonía del Imperio Chavín, internándose cada más por las márgenes de los ríos, en las inhóspitas zonas altas de las montañas de la Cordillera Occidental, porque los chavinenses llegaron hasta las puerta del Tiahuanaco.


El jaqaru, llamado también kauqui fue hablado por los habitantes de la Naciòn de los Yauyos, Huarochirí, Canta, Oyón, Cajatambo, cuya influencia llegó hasta la margen izquierda del río Huarmey. Por esta razón en estos pueblos encontramos toponimias de lugares, montañas, valles y sitios arqueológicos. Lo que se necesita es la labor de un lingüista, etnólogo, arqueólogo, historiador que haga las investigaciones y lleguen descifrar el origen y la antigüedad del idioma de los Yauyos, que a decir la verdad, hoy está en una franca agonía, ya que nadie quiere hablar. A los jóvenes por vergüenza y a los ancianos porque no tienen con quien conversar. Al desaparecer un idioma, también desaparece la rica cultura de los pueblos. No debemos permitirlos. El Director de la UGEL 13 de Yauyos, Prof. Jaime Castillón Gutiérrez tiene la palabra, desarrollar el curso del jaqaru y difundir por medio de las Instituciones Educativas.

Para visitar a la ermita del Señor de Ascensión de Cachuy, deben viajar por la Panamericana Sur hasta el km 146, Cañete; de allí desviarse a la izquierda e ingresar al distrito de Imperial y seguir la ruta hacia Yauyos, cruzando pueblos donde se encuentran bodegas de vinos y cachinas: Lunahuaná, Uchupampa, Catapalla, Pacarán, Zúñiga y San Juan éste, último pueblo de la provincia de Cañete. Después de cruzar una inmensa roca que se eleva de la ribera del río Cañete hasta la cumbre del cerro “Airayá” se ingresa al territorio de la provincia de Yauyos. El primer pueblo que aparece a nuestra vista es San Gerónimo, anexo del distrito de Víñac. La carretera continúa por la margen izquierda del río atravesando los pueblos de Huayllampi, Catahuasi y llegar hasta “Canchán”, lugar donde se empieza caminar hacia el pueblo de Cachuy.

El Presidente del Hermandad del “Señor de Cachuy”, en el presente año 2010, es el señor Constantino Espinoza Tito, hombre que cree a pie juntillas en el Señor, quien tiene un extenso programa a desarrollarse durante estas festividades. Manifiesta que la peregrinación empieza el día 10 y culmina el 14 de mayo. La procesión de la imagen sale el jueves 13 después de la Santa Misa, por las principales calles del pueblo que se viene haciendo desde que apareció en 1678, entonces gobernaba del Virreinato del Perú el 21º Virrey don Melchor Liñán y Cisneros, Arzobispo de Lima. Han pasado exactamente 332 años y el pueblo de Cachuy sigue igual, casi nada ha cambiado. Los peregrinos todos los años van aumentando, igual que las ofrendas llevado por la profunda religiosidad, pero no ve la prosperidad en el pueblo.

La peregrinación al Santuario de Cachuy es la más importante y multitudinaria expresión del sincretismo religioso del departamento de Lima, Ica y Huancayo, una mezcla de lo andino y lo religioso: los danzantes, bailes con banda de músicos, cantantes como Flor Pileña y otras artistas. Después de la procesión ponen al martilleo todas las donaciones llevada por el Sr. Pedro Rodríguez Campusano.