martes, 10 de febrero de 2009

MARIA ELENA MOYANO
por: Michel Azcueta
Recuerdo una mujer delgada, morena, alta para el promedio de mujeres de Villa El Salvador, que se movía con mucha naturalidad, que observaba todo, que se ponía seria, y que, de repente, se le dibujaba una amplia sonrisa en su cara, como para que nadie se preocupara más y se animara en la conversación. Era María Elena Moyano, una mujer extraordinaria que ha dado el Perú para nuestra historia nacional moderna.
María Elena juntaba en su persona todas las habilidades propias de las mujeres del Perú: una inmensa capacidad de escuchar, una increíble fuerza para sacar adelante las situaciones más difíciles, una iniciativa creadora y, junto a todo ello, una alegría, un gusto por la fiesta, por la risa y la broma tan propia de la raza morena que llevaba con orgullo hasta tal punto que le gustaba que le dijeran “la Negra”…!
En momentos, vamos a decir “normales”, que vivimos en el Perú, María Elena fue aprendiendo desde el arenal a comprender mejor el Perú…preguntándose los por qué de unas situaciones tan claramente injustas que no deberían darse ni en el Perú ni en ninguna parte del mundo. Y mientras iba haciendo su vida como estudiante, como animadora de educación inicial, como joven enamorada, como esposa y como madre se vio comprometida con la situación de la mujer popular y, ya con fuerte convicción, se comprometió a cambiar esa situación, organizando a las mujeres, formando dirigentes, relacionándolas con los demás sectores, con la economía, con la política, con las ideas, con el poder (generalmente en manos de los hombres…). Y, más tarde, en momentos muy difíciles y peligrosos, supo enfrentar a las crisis, defender la paz, condenar la violencia y la muerte, pero siempre transmitiendo confianza y optimismo y una alegría contagiosa…que no pudieron anular ni las amenazas de los poderosos ni las calumnias de los envidiosos ni las bombas criminales de los asesinos.
Fueron 20 años de trabajo conjunto y por supuesto que María Elena marcó mucho mi vida y mi trabajo hasta el día de hoy… Admiro en ella esa capacidad de aprender, de cambiar, de dialogar y…de reír y festejar cada momento de la vida. El 15 de febrero de 1992 sigue siendo el día más triste de mi vida…Sé que María Elena no me lo perdonaría, así que le seguiré haciendo caso intentando transmitir alegría, valorando con todos los que me rodean, la vida…, una vida digna para todos.
Villa El Salvador, febrero 2009.