sábado, 19 de abril de 2008

UN REGIMEN PUTREFACTO
Por: Manuel Madueño Ramos.
Don Manuel González Prada escribió que el Perú es como un cuerpo enfermo: donde se pone el dedo brota pus. Lo mismo puede decirse del actual gobierno. El escándalo de los estafadores apristas en el Banco de Materiales ha provocado asco en la mayoría del país.
No menos repulsivo es el tratamiento dado al tema por casi todos los medios de comunicación. Han buscado encubrir el delito ­afirmando que en realidad éste empezó a tramarse antes, aunque se ha concretado ahora. Jorge del Castillo, por su parte, que tiene dos hijos que son unas joyas, afirma que la denuncia es ­una maniobra del fujimorismo.
Lo cierto es que los sinvergüenzas que querían enriquecerse con casas reservadas para los pobres son apristas y, más específicamente, dirigentes del aprismo.
No es todo. El gran jefe de la cuadrilla es Marín Sifuentes, presidente del Fondo Nacional de Financiamiento de la Actividad Empresarial del Estado (Fonafe). Ese Fondo es un holding que maneja miles de millones de soles, como que reúne a Banco de la Nación, PetroPerú, ElectroPerú, Banco Agrario, Banco de Materiales, Sedapal y Empresa Nacional de Puertos.
¿Es Sifuentes un economista de alta calificación, un empresario exitoso, un mago de las finanzas, un administrador de talla única, un funcionario de probidad verificada?
Nada de eso. Es un abogado de bufete virgen. Sus compañeros de aula de la Universidad San Martín de Porres lo recuerdan como un alumno del tercio inferior, pero muy, muy inferior. Eso sí, el carné aprista le abrió las puertas, mejor dicho, las arcas del poder.
Empezó como asesor de Omar Quesada, alcalde aprista de Huanta. Luego fue regidor en dos pe­ríodos de José Murgía, el burgomaestre de Trujillo. No se sabe cómo ni por qué, al fin de ­esa etapa Sifuentes ya ostentaba signos exteriores de riqueza. ­Apristas de la vieja guardia aseguran que la esposa de Sifuentes administraba, en esos días municipales, una empresa que alquilaba maquinaria de construcción.
Como los asesores de Susana Pinilla, ministra de la Mujer, o los funcionarios del Programa Nacional de Alimentos (Pronaa), que compran víveres tan podridos como la cúpula alanista, Sifuentes tiene como único mérito su militancia aprista.
Sería bueno que se sometiera a auditoría extrema el manejo íntegro de Sifuentes (las fuentes de Sifuentes) desde los días de Huanta.
Para manejar los dineros del país, no basta con haber pronunciado en Trujillo un discurso de bienvenida cuando Alan García volvió del exilio.
En estos tiempos en que Alan García y sus corifeos se jactan del crecimiento del país, el enriquecimiento de Sifuentes y sus secuaces nos hace retornar a González Prada en Horas de Lucha: “Vemos la prosperidad de una oligarquía, el bienestar de un compadraje; no miramos la prosperidad ni el bienestar de un pueblo.”
(Rectificación el presente comentario lo realizó el periodista César Hilderandt en un diario capitalino)

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